Flavio La Ponte, sacudiéndose el agua de encima, fue a acodarse en la barra, junto a Corso, y pidió una caña mientras recobraba el aliento. Después miró hacia la calle, rencoroso y satisfecho, cual si acabase de cruzar bajo fuego de francotiradores. Llovía con saña bíblica.
Flavio La Ponte, sacudiéndose el agua de encima, fue a acodarse en la barra, junto a Corso, y pidió una caña mientras recobraba el aliento. Después miró hacia la calle, rencoroso y satisfecho, cual si acabase de cruzar bajo fuego de francotiradores. Llovía con saña bíblica.